La mayoría de las personas hemos contribuido a la creación de un mundo que no necesariamente nos gusta. Este mundo está perfecto. Aunque no nos guste el mundo en el que vivimos, tiene la ventaja o bendición de aclarar en nuestra mente lo que sí nos gusta. Pero tenemos la costumbre de someternos a este mundo que estamos co-creando aunque no nos guste. ¿Por qué? Por una de dos razones:

  • La primera es que simplemente no sabemos que tenemos otra opción.
  • La segunda es que aun cuando nos damos cuenta de que podemos cambiar o crear un mundo nuevo con tan sólo cambiar nuestros pensamientos, se nos hace muy difícil hacer el esfuerzo de generar un pensamiento nuevo.

En otras palabras. Es más cómodo decir pensar y hacer lo mismo que están haciendo todos nuestros parientes, amigos, y conocidos. No sólo sería un esfuerzo pensar algo diferente, pero creemos que el esfuerzo no vale la pena porque el pensar diferente a los demás trae consecuencias.

Al pensar diferente a los demás perderíamos amigos. Y claro, perderíamos nuestra zona de confort.

Debemos considerar que siempre que vamos a dar un paso hacia lo desconocido, podemos ver lo que estamos arriesgando perder, pero no tenemos ni idea de lo que vamos a ganar.

Con todo y eso, en ocasiones llegamos a un punto en la vida en que ya no podemos soportar la situación. Necesitamos un cambio. Pero ¿cómo accionar un cambio si estamos tan acostumbrados a vivir la vida a base de nuestros patrones que traemos programados desde siempre?

Esto es mucho más fácil de explicar que ponerlo en práctica. Se trata de desaprender. Se trata de desprogramar y reprogramar. Es desaprender todos esos esquemas, paradigmas, y patrones, que hemos acumulado en nuestra vida.

Eso se logra poniendo atención a nosotros mismos. Notar lo que estamos pensando, lo que estamos diciendo, y lo que estamos haciendo. Cuando empezamos a notar todo esto, entonces comenzamos a cuestionar primeramente lo que no nos agrada. ¿No está sirviendo o nos está estorbando? Si no nos agrada ni nos sirve, aceptamos que se nos apareció en nuestra realidad. Lo agradecemos por haber venido a mostrarnos el camino que nos agrada. Le hacemos un espacio a la emoción que nos detonó para que viva el tiempo que necesite vivir. Y cuando se vaya, le permitimos alejarse.

Después de esto, nos damos a la tarea de reemplazar los pensamientos negativos por pensamientos positivos. Los pensamientos negativos nos bajan la vibración y bloquean la manifestación de las cosas que en verdad estamos deseando. Los pensamientos positivos elevan nuestra vibración y abren paso a la manifestación de las cosas que deseamos.

¡Esto es sumamente importante! Así es que, ¡recuerden! Cuando estamos en vibración alta con bellos pensamientos, estamos afinados a nuestro “yo” superior. Nos sentimos muy bien. Estamos felices y contentos aún sin la manifestación de lo deseado.

Cuando estamos en vibración baja, estamos en disonancia con nuestro “yo” superior. Eso nos hace sentir mal. Estamos tristes, malhumorados, deprimidos, enojados…definitivamente no estamos felices.

Se trata de prioridades. Tenemos que desear estar felices y contentos sobre cualquier otro deseo que podamos tener. La razón es esta. Si ponemos nuestra felicidad como prioridad primera, podremos invertir más energía en buscar pensamientos que eleven nuestra vibración y nos haga sentir feliz y contentos. En cambio, si nos importa más la manifestación física de aquello que deseamos, no podremos estar felices. Al mirar que aquello que deseamos no nos llega en el momento que lo pedimos, nos llenamos de tristeza, desesperación, y hasta coraje. Entre más se tarde la manifestación de lo deseado más nos enfocamos en que no lo tenemos, más emociones densas sentimos por ello, más nos baja la vibración, más se tarda en llegar lo que queremos, más tristes nos sentimos, entre más tristes, más se tarda, entre más se tarda, más tristes, y es un cuento de nunca acabar.

Igualmente, cuando tenemos la vibración alta, formamos una especie de vórtice, como un remolino o tornado enérgico alrededor de nuestra persona que arrastra cosas buenas hacia el centro. Hacia nosotros. Esas cosas buenas, son cosas agradables y deseadas que en algún momento le pedimos al creador. Aunque ya no tengas tu pensamiento enfocado en recibir esas cosas específicamente, al elevar tu vibración, atraes todo lo que se encuentra en esa vibración.

Es por eso que, si estás en la vibración de felicidad, te llegan más cosas que te hacen sentir feliz. Si estás en la vibración de enfado, te llegan personas o circunstancias que te van a enfadar.

Teniendo esta información, ya podemos comenzar a usarla para atraer lo que deseamos más deliberadamente. Así comenzamos a crear nuestro propio universo.

Teo D Martinez
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