No hay enojos pequeños todos perturban tu paz mental por igual, de alguna forma hemos permitido que entren a nuestra mente molestias que dejamos pasar, o que pasan desapercibidas en el ir y venir de este mundo. Pareciera que no nos afectan y que es normal ese sigiloso pujido que emana desde lo más profundo con respecto a situaciones o personas que nos hartan.
Cuando iniciamos el proceso de corrección mental de Un Curso de Milagros, este tipo de enfados que antes parecían tan normales se van volviendo insoportables cada vez más, nuestros niveles de paciencia a las alteraciones de nuestra paz se van minimizando hasta que nos volvemos completamente intolerantes a experimentar este sentir.
Entrenamos nuestra mente para que sea capaz de detectar de manera instantánea y automática, cualquier alteración a los estados de tranquilidad y serenidad. Desarrollamos una capacidad de observación tal que no permitimos que ningún enojo o molestia pase desapercibida, se aloje en nosotros y menos que encuentre hogar tal como sucede en las mentes sin entrenar.
Hemos aprendido a examinar nuestras reacciones y a experimentarlas de manera consciente y nos hemos podido dar cuenta de que no reaccionamos a situaciones o personas, sino a las interpretaciones individuales que hacemos de esas situaciones o personas.
Es decir, tú necesitas una respuesta de todo lo que tus ojos ven y al no encontrarla la mente se la inventa. ¡Si! Se la inventa, de hecho, hay una parte de tu mente que es la encargada de formular narrativas para darle sentido a todo lo que ve, esa narrativa son tus interpretaciones.
Son pensamientos que asumes, que de una manera muy inmadura e infantil das por hecho de que son verdad tomando como referencia tus experiencias pasadas que te dan según tú la sabiduría necesaria para determinar una interpretación como lo que es “verdad”.
Al observar este proceso mental detenidamente nos damos cuenta de que nuestra interpretación de la persona o situación puede llegar a ser muy distinta y esta y todos hemos experimentado el haber emitido un juicio y después darnos cuenta que no tenía nada que ver con la realidad. Al lograr observar este fenómeno una vez, podemos ir mirando más y más, y encontrar muchas más incongruencias en la manera en que hemos concluido y dado por hecho todas las situaciones en nuestra vida.
Observamos claramente que un pequeño enojo tiene la capacidad de convertirse en un potente destructor ataque de ira, estos pequeños enojos pueden llegar a desembocar con todo aquel que se nos cruce en el camino, podemos sentir que entrañan una sensación de amenaza de que estamos en peligro y que debemos protegernos porque podemos ser acechados en cualquier momento.
Entramos en un estado de alerta permanente pero siempre con la capacidad de sonreír como si nada sucediera cuando por dentro hay todo un torbellino de emociones e interpretaciones en donde todas las miras de las armas que usan los que nos rodean nos apuntan sin saber quién de ellos disparará primero. Esos pequeños enojos que dejamos pasar durante el día contienen el ADN necesario para convertirse en tragedias.
Ya no estamos dispuestos a ser presa de ninguna tragedia ni ataque de ira desenfrenado, sabemos que sus orígenes son los “pequeños enojos” que dejamos pasar una y otra vez.
Lo que se ve con los ojos del cuerpo puede llegar a ser muy desesperante y amenazante, eso justifica la presencia de la ira en tus relaciones, pero cuando aprendas a observar detenidamente a tus pequeñas alteraciones podrás identificar a esa parte de la mente que chilla de rabia y da zarpazos en el aire de manera desenfrenada; no subestimes esta furia pues buscará un blanco concreto en donde el odio se pueda posar, se volverá insaciable hasta consumir al cuerpo que ha determinado como culpable de su insatisfacción.
Repudias a los que te rodean cuando no hacen lo que tú quieres que hagan, y usas la ira para que se sientan culpables. Los ataques de ira son desahogos emocionales con los que gritas al otro “¡Tú eres la causa de mi furia!” y “¡Quiero que las cosas sean como yo quiero!”. Acepta que cuando te invade la ira, ¿no es acaso porque alguien no llevó a cabo la función que tú le habías asignado?
Si tus ojos no han sido consagrados al amor serán rehenes de la locura la cual busca justificaciones a través de las interpretaciones para emanar odio y que parezca justo dañar o causar dolor y sufrimiento a otros.
Cuando aprendas que la naturaleza de la mente es íntegra y no tiene la capacidad de entender nada temporal, ni situaciones fundamentadas en la separación o exclusión, sabrás que es normal que no entiendas lo que te sucede y dejarás de ir en busca de una narrativa inventada como respuesta a esa necesidad que suscita el no saber, por qué las cosas sucedieron de la manera en que se dieron.
La ira no se resuelve tratándola directamente, porque quien la experimenta siempre tendrá una justificación muy “coherente” de por qué actuó así.
La ira se resuelve atendiendo las pequeñas alteraciones que nos quitan la paz de manera cotidiana, esas que dejamos pasar como si no fueran a llegar a tener ningún efecto en nuestras relaciones.
Esos pequeños enojos perpetúan el conflicto en tu mente, los dejas pasar porque siempre hay una interpretación de que esas molestias no dependen de ti, sino de otros y son los otros los que deben cambiar para que tú no te alteres.
Y así vamos deambulando en un mundo donde despertamos y no sabemos si ese será el día en que aparecerá ese monstruo interno que descargará su ira generalmente sobre los que más amas y termina diciendo, pero ¿Qué me pasó? ¿Por qué le dije eso? ¿Por qué actué tan hiriente?
La ira es incurable, pero los enojos pequeños y cotidianos pueden resolverse muy fácilmente, especialmente si ya te diste cuenta de cuán infelices y desdichados nos hace sentir el saber que en cualquier momento despuntará ese enojo incontrolado que puede acabar con todo lo bueno que tienes y te acompaña.
La ira se oculta detrás del estrés y la preocupación, son sus máscaras favoritas en donde se siente segura y con la justificación perfecta para atacar en cualquier momento.
Comienza por no culpar a otros por tus pequeñas molestias, y observa te darás cuenta que no han sido provocadas por ellos, hay un profundo enojo en ti con todo y con todos, porque te sientes solo y has interpretado que te dejaron solo, pero; no te dejaron solo, eres tú quien siente un profundo vacío y soledad que no sabe de dónde proviene y lo proyectas hacia afuera.
El mirar esto no te hace débil, al contrario, es la manera de recuperar tu poder, abandonando las miles de interpretaciones que diste por hechas cuando sólo eran suposiciones que tuviste que hacer al no entender de donde verdaderamente provenía ese profundo dolor e insatisfacción constante que no te ha permitido alcanzar la paz.
Los estudiantes de Un Curso de Milagros dejamos de tener miedo de observar y adentrarnos a las profundidades del vacío emocional y mental para encontrar la verdadera causa de ese sigiloso pujido cotidiano de rechazo al mundo, que nos causa tanto dolor y puede llevarnos a trágicas consecuencias.
Hemos renunciado a todo tipo de interpretaciones que provengan de una sabiduría falsa basada en nuestro pasado, para dar paso a la verdadera sabiduría que encontramos al mirar dentro de nosotros, en donde encontramos la paz en la incertidumbre y aprendemos a contemplar antes de emitir una sentencia condenatoria hacia los que nos rodean, eso nos ha permitido escuchar otra resolución una que no proviene de nuestro limitado entendimiento si no del entendimiento de la totalidad, que es otro nivel mental.
Ahora descansamos pues la ira ya no puede venir a atemorizarnos, ni tiene el poder de aparecerse, ahora vemos cada alteración por muy pequeña que parezca, la atendemos, la examinamos, y nos permitimos sentir ese profundo vacío que duele dentro de nosotros sabiendo que sólo es un obstáculo una nebulosa interpretación de la cual ahora tenemos certeza de que no es verdad, pues para poder llegar a esos niveles de la mente, no lo hubiéramos podido lograr sin la verdad a nuestro lado, sosteniéndonos y hablándonos de nuestra verdadera identidad.
Lo único que en ti y en mi es verdad son los pensamientos amorosos provenientes de la certeza de que no estamos en peligro en ninguna parte y que no es necesario ir por el mundo alertas ni preparando contra ataques, pues no hay amenaza afuera, lo único que aparentaba ponernos en riesgo eran nuestras propias interpretaciones proyectadas al exterior, las cuales han desaparecido y ahora lo único que se perpetúa en nuestra mente es la tranquilidad, la serenidad y la paz.
Las amenazas y peligros, los afanes y búsquedas, los dolores y sufrimientos, las angustias y desesperaciones, etc…, ya no tienen razón de ser, pues entendimos que no hay enojos pequeños, todos perturban nuestra paz mental por igual.