Generalmente cuando iniciamos el camino por Un Curso de Milagros pensamos que se trata de autoayuda, o algún método ideado para lograr el éxito o riqueza dentro de este mundo.
Venimos al curso con un bagaje de información sobre desarrollo personal que sí; en algún momento fue fundamental para nuestro crecimiento, llega un punto en que nos damos cuenta que dicho crecimiento está fundamentado en desarrollar el especialísimo del personaje. Y eso es lo que justamente trata de desmontar Un Curso de Milagros.
Una de las ideas muy usada en los procesos de autoayuda y crecimiento personal es “La ley del espejo”.
Hoy reinterpretaremos esta ley a la mirada de la no dualidad trazada por las enseñanzas de Un Curso de Milagros.
Tomando en cuenta la astucia del ego para vestirse de espiritual no escatima en usar este tipo de teorías para aumentar el miedo y la culpabilidad en la mente; examinemos esta idea detenidamente para poder sacarle el mejor provecho a la luz del Espíritu Santo.
La ley del espejo afirma: “El mundo exterior actúa como un espejo, reflejando nuestro mundo interior”.
Esta ley afirma “El mundo exterior actúa como un espejo”. Eso es verdad, el curso lo explica cuando habla de la percepción y nos dice “Todo lo que ves es lo que estás deseando”.
En este punto es donde surge una confusión en nosotros como estudiantes que en lugar de llevarnos a la liberación de la culpabilidad la aumenta.
Para entender con claridad veamos este ejemplo: Afuera estoy viendo a una amiga con cáncer, demacrada y a punto de morir, la ley del espejo te está diciendo que lo que ves afuera es tu reflejo y el curso que lo que ves es lo que estás deseando.
Entonces comienzas a cuestionarte, pero ¿Qué es esto? ¿Ese cuerpo demacrado es una proyección de mi mente?, ¿Esa debilidad, ese dolor y sufrimiento proceden de mí? Estos cuestionamientos lejos de ayudarte a liberarte del miedo lo profundizan, vas por la vida viendo dolor, sufrimiento, muerte y destrucción luego según “la ley del espejo” piensas que eso está en ti, que está siendo proyectado hacia afuera desde una parte inconsciente de ti.
¡Error! ¡No! Eso no es así desde ninguna perspectiva, lo que tú ves afuera no es reflejo tuyo, primero porque ese “Tú” (cuerpo-personaje) de donde crees que emana todo ese dolor no existe. Si sientes culpabilidad por lo que ves afuera es porque te estás identificando con tu cuerpo e imagen personal, crees que es tu cuerpo con nombre y apellido el que proyecta lo que ves.
Un Curso de Milagros cuando se refiere a “ti”, se está refiriendo a la mente, por lo tanto, cuando nos dice “Todo lo que ves es lo que estás deseando”, se está refiriendo específicamente a los deseos de la mente que está dirigiendo la experiencia corpórea.
Los cuerpos no sienten, no piensan, no desean, no hacen, no deciden, mientras no tengas claro esto, la ley del espejo e incluso Un Curso de Milagros no hará más que aumentar lo que en realidad pretende erradicar, el miedo y la culpabilidad de la mente.
Pensar, sentir, desear, decidir y hacer son facultades propias de la mente, el cuerpo responde a la mente como un medio para manifestar en la forma los deseos de ésta.
La mente se identificará con la idea de lo que tú crees ser, puede adecuarse a una identidad individual como cuerpo a través de una imagen personal o adecuarse a una identidad universal, toda abarcadora que incluye a todo y a todos.
Cuando tú ves dolor o sufrimiento afuera es porque se están proyectando los deseos de la mente separada-ego, por lo tanto, NO SON TUS PROYECCIONES, son las proyecciones del ego quien te hace creer que tú eres él.
Es importante que como estudiantes comprometidos no nos dejemos intimidar por las proyecciones del ego; podrás ver más allá cuando te comprometas con tus lecciones las lleves a cabo y practiques de manera honesta aplicándolas a todo y a todos.
Cuando tengas avances en el entrenamiento de tu mente desarrollarás un Poder extraordinario para no dejarte engañar por las artimañas del ego a través de la percepción con los cinco sentidos.
Tendrás la capacidad de que cuando lleguen esos cuestionamientos como ¿Esto que estoy viendo procede de mí? O ¿Estoy siendo yo responsable de esto que está pasando? Poder responderte a ti mismo de manera clara y sobre todo con el poder que te confiere la identidad del Hijo de Dios, y decir, ¡No! Ya no hay engaño, esto no procede de mí, mirar a los ojos al ego y decirle, procede de ti y ya no me engañas.
Soy el Santo Hijo de Dios y de lo que Soy solamente puede proceder el amor, la perfección, la dicha y la paz.
El ego no escatima con interferir en tu plan de estudio especialmente si tú no estás verdaderamente convencido de que lo único que quieres es la paz, y en este proceso de indecisión puede usar aún el mismo curso para atemorizarte.
La ley del espejo es Maravillosa vista desde los ojos del Espíritu, no es una teoría, es una epifanía que te lleva a experimentar tu realidad de Ser, al identificarse con la Verdad, lo que ves se convierte en una extensión de la misma.
Todo lo que ves afuera si es amoroso es el espejo que refleja la santidad de tu verdadera identidad y todo lo que no es amoroso, ese dolor y sufrimiento es solamente un espejismo de la confusión mental de lo que habías creído ser.
Si te consideras a ti mismo como un cuerpo con nombre y apellido con una personalidad establecida, te estás experimentando como un espejismo ilusorio porque esa no es tu realidad. Por lo tanto, el ego proyectará lo mismo, espejismos e ilusiones, que en la forma se manifiestan como dolor, sufrimiento y limitación.
Si te reconoces a ti mismo como el Santo Hijo de Dios, solamente verás el reflejo de la santidad entonces el mundo será un espejo claro y deslumbrante de lo que Eres.
Mientras tanto nada es tu espejo, es simplemente un espejismo en donde nada se ve claro, donde todo se distorsiona y donde te asustarás con figuras tétricas diciéndote que eso demacrado y pueril es lo que tú eres.
Disfruta de esta ley tan hermosa y poderosa sin temor alguno, en donde el mundo exterior actúa como un espejo, reflejando la luz y la serenidad de tu verdadera identidad, todo cuanto veas será un retrato de tu interior en donde Dios mismo converge con Su Santo Hijo y todos nos convertimos en su amada extensión.