“Observando tu cuerpo, tus sensaciones y tu sufrimiento podrás ver el cuerpo, el sufrimiento, las esperanzas y los sueños de tus padres. Aunque ellos ya hayan fallecido, puedes contemplar esas cuestiones y escuchar las respuestas, porque eres la continuación de tus padres. Ellos aún viven en ti, en cada célula de tu cuerpo.” El arte de vivir, Thich Nhat Hanh
Si observamos un poco, veremos que nuestra vida es una repetición de hechos o de no hechos de nuestro sistema familiar.
Cuando hablamos de sistema familiar o árbol, nos referimos a nuestra procedencia biológica, independientemente de si hemos conocido o no a nuestros padres biológicos.
Nacimos en un árbol cuyo propósito es la evolución en todos los sentidos. Hasta que no somos conscientes de dicha evolución, seguimos viviendo repetidamente lo que nuestros padres, abuelos y generaciones superiores vivieron desde el dolor, la culpa, el miedo y el victimismo. Pero por encima de todo, lo vivimos para poner palabras a lo que ellos ocultaron.
Podemos reconocer que experimentamos las mismas emociones, conductas, enfermedades, abortos, secretos, herencias, hijos bastardos, infidelidades, amores imposibles, deseos no cumplidos, vidas bloqueadas, ataduras familiares, traiciones, abandonos, soledades, … ¿Y con qué finalidad? Encontrar el equilibrio o la paz en las situaciones que nuestros ancestros no pudieron, bien por falta de recursos, bien por su nivel de conciencia.
Somos los representantes, los altavoces, de lo que ellos no vivieron desde el amor, de lo que silenciaron (por miedo, por culpa o vergüenza).
Cuando repetimos una situación, estamos reparando o encontrando una solución.
Podría parecer que somos víctimas de nuestro propio árbol pero, de hecho, nosotros escogimos esa situación o programa porque tenemos la llave para resolverlo y así liberar a la generación descendiente.
Si no tuviéramos los recursos para superarlo, no lo estaríamos viviendo.
Con el análisis del árbol, estamos cerrando un ciclo, de lo que hemos sido y vivido hasta ahora por fidelidad a nuestro clan (por ayudarlo), y nos damos la oportunidad de conectar con una nueva versión de nosotros mismos.
Un punto a tener en cuenta en el estudio del árbol transgeneracional, es el tema de las diferentes edades que pueda tener una persona en un mismo momento de su vida.
Nos referimos a edades en relación a:
– La edad biológica
– La edad mental
– La edad emocional
– La edad sexual
Lo ideal y natural sería que las 4 edades estuvieran en armonía, pero no siempre es así, pero con un estudio del árbol, lo podemos ajustar perfectamente.
Dependiendo del motivo de la consulta, buscamos en el sistema familiar, un “sospechoso”, un personaje que nos está intentando decir algo a través de lo que estamos viviendo nosotros en el presente. Lo podemos haber conocido o no, no importa. En el subconsciente (espacio atemporal) tenemos conocimiento de todos.
Sin querer, conectamos con ese “sospechoso” etiquetándolo con el rol parental que tuvo dentro del sistema: si padre, madre, abuelos, tíos abuelos… pero aquí tenemos un primer error.
Suponiendo que mi sospechoso es papá, el acompañamiento en el estudio del árbol me va a permitir reconocer las edades mencionadas antes en el personaje papá, pero no en una edad biológica que yo recuerde ahora, sino la que me muestra el propio árbol. EL árbol, debe sacar a la luz heridas sin curar, traumas bloqueados, secretos, sacrificios, injusticias, carencias y/o violencias, entre otras, que están en mi padre escondidas y que en mí se expresan en formato de bloqueos, soledades, enfermedades, miedos… Por ejemplo, se me puede mostrar que mi padre, con una edad biológica de 9 años, se tuvo que poner a trabajar porque su propio padre falleció o desapareció, y tuvo que coger el rol de padre y ayudar a mantener a los hermanos menores y a la madre. La edad mental de ese niño pasa a ser la de un adulto, dejando sin vivir su infancia y adolescencia.
La edad emocional podría avanzar un poco más, pero la exigencia de la vida puede hacer que la edad emocional quede también bloqueada (quizás no ha podido superar la pérdida del padre, la injusticia y la impotencia de la situación vivida o el miedo y la incerteza al futuro).
Aquí tendríamos en el presente como motivo de consulta, los que mantienen a la familia y les supone ya una carga y se vive como sacrificio. Están los que boicotean su felicidad, los que se convencen de que esto es la vida y lo que les toca. Los que no les alcanza para todo, pero no pueden dejar de vivir lo que viven.
Otra opción sería en la sospechosa mamá o abuela. No importa. El motivo de la consulta nos puede llevar a indagar si las edades de ambas están en sintonía. La mayoría de las veces no lo están. Si una niña es abusada o violada sexualmente con sus 8 o 9 años biológicos, allí empieza su edad sexual. Su mentalidad, es de una niña propia de su edad, pero con este trauma, tanto su edad mental como emocional, quedan heridas. Y en su edad biológica de adulta, podría tener conflictos tanto a nivel de adicción sexual como de repulsión, o inclusive, alguna enfermedad en el aparato reproductor.
La situación natural sería tener una edad biológica, pongamos de 18, y que mentalmente sintamos que estamos preparadas para tener nuestra primera experiencia sexual, y escogemos con quién, el dónde, el cómo y el cuándo. Nuestra mente ha ido evolucionando con el cuerpo biológico al igual que nuestro cuerpo emocional. Pero cuando ha habido condicionantes fuera de nuestra voluntad y control, las edades se desintonizan creando programas o huellas, que luego un representante en el árbol va a
tener la oportunidad de sanarlas y liberarlas.
Un ejemplo muy común que se sigue dando, es el síndrome de Peter Pan. El niño decidió quedarse en una edad mental concreta. No quería crecer. El niño eterno. A veces son los propios padres, o la madre con más porcentaje, los que inconscientemente, sobre protegen al hijo, le facilitan la vida, lo mantienen en una burbuja sin dejarlos llorar nunca. Consintiéndoles todo. (Se tendría que revisar también la necesidad de los padres a ser imprescindibles, a hacer a los hijos dependientes de ellos, pues así sus vidas tienen más sentido).
En estos casos el cuerpo emocional tampoco madura y nos encontramos con adultos inmaduros, poco comprometidos, que atraen parejas que les hacen de mamá, que siguen dependiendo de los padres o madres, y que, a la mínima discusión, abandonan el juego. No están preparados para tomar decisiones y de tomarlas, necesitan apoyo y ayuda.
Este pequeño análisis, nos puede ayudar a revisar en nosotros mismos cómo están nuestras 4 edades. Si reconocemos que emocionalmente exageramos en cualquier situación (queremos tener la razón y queremos llamar la atención) o que tenemos puntos caprichosos e inmaduros, es un espejo de que algo ha pasado en algún momento del pasado, en el que hay que poner orden.
Se pone orden tanto en nuestro pasado como en el de nuestro sospechoso. Se procede a los duelos correspondientes y después nos comprometemos a tomar nuevas decisiones en el presente que nos suponga una evolución en las cuatro edades para equilibrarlas.
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