Todos los seres humanos vivimos normalmente un número determinado de años, ya sea con un cuerpo sano o enfermo, con plenitud o con insatisfacciones y sin embargo desde que nacemos somos por definición mortales.

Hablar de la muerte en nuestros tiempos es algo cotidiano, convivimos con esta etapa de la vida de manera cercana o lejana y cada vez tomamos mayor importancia en hablar de este tema, para las culturas puede ser considerado como el fin de la existencia o la transición a otro estado del ser o de la conciencia, en ambos pensamientos existe el respeto y a la vez un desafío.

Sin duda, independientemente del momento que llegue de manera directa o indirecta a nuestras vidas debemos de estar preparados, la mejor manera de hacerlo es tomando conciencia y valorar la vida para aprender a ver como una etapa de transición a la muerte.

Existen diferentes métodos que pueden apoyar en esta etapa de la vida al ser humano, uno de los más conocidos es la Tanatología que estudia los procesos de morir y de duelo determinados por la enfermedad, la muerte y las pérdidas significativa, en este contexto se habla de cuatro estados por los que pasa tanto quien la enfrenta de manera directa o indirecta.

  • Fase de negación: vista como una verdad desconcertante, tiene una importante función protectora, es una defensa provisional que más tarde es sustituida por una aceptación parcial.
  • Fase de ira: llegan a la mente pensamientos y sentimientos de enojo, envidia, amargura, desilusión, desesperanza y empieza a preguntarse: ¿Por qué yo?, ¿Por qué a mí?
  • Fase de pacto: se genera un proceso de negociación, ya no desea vivir largos años, sino que espera vivir para cumplir ciertos objetivos temporales. La persona desea cerrar ciclos por eso está dispuesto a pactar.
  • Fase de depresión: aquí el paciente reconoce que ya no puede seguir negando su enfermedad, ni tampoco puede dilatar la llegada de la muerte. Su insensibilidad, su ira y su rabia, serán pronto sustituidas por una gran sensación de pérdida. Es una especie de luto anticipado, del que brota una buena disposición para asumir la propia muerte y morir con dignidad y sereno.
  • Fase de aceptación: no hay que confundir esta etapa y creer que la aceptación es una fase feliz. Casi siempre está desprovista de sentimientos, es como si el dolor hubiera desaparecido, la lucha hubiera terminado y llegará el momento del “descanso final antes del largo viaje”.

Al llegar a esta última etapa la mente comienza a tomar mayor consciencia de lo que ha vivido, de cómo puede valorar lo que ya no está y la mejor manera de continuar viviendo su presente recordando con plenitud y alegría las etapas vividas.

Sin duda la muerte es una etapa de transición, por ellos cuando ya no exista el apego a la persona que ya no está físicamente, viene otra maravillosa experiencia que es la de reconocimiento, que se dará agradeciendo lo que se vivió cercano a la persona, recordando su alegría, sus logros, su entusiasmo, sus valores y el legado que ha dejado entre los que le rodearon.

Aprovecha si estás viviendo esta etapa para recordar esos momentos y reconocer lo que vives actualmente, valorar lo que dejó esa etapa en tu vida y así fijar tu camino de una manera consciente.

Quien vino a este mundo y vivió con plenitud sin duda es recordado por los que le rodean con alegría, respeto y admiración.

Por ello, agradece por lo que tienes cada día, habla con aquellas personas que en algún momento has dejado asuntos pendientes, cumple tus sueños sin dudar de tus capacidades, abraza a los que te rodean, da sin esperar nada a cambio y vive feliz y agradecido por despertar cada día con lo que tienes.

Honrar a los que ya no están es la mejor manera de continuar con el legado que dejaron.

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